Eran amados y estaban en la cumbre del éxito. La única leyenda negra que existe sobre los chicos de Liverpool es la que rodea su disolución el 10 de abril de 1970
Fue la noticia que estremeció al mundo: «Los Beatles se separan», anunció Paul McCartney el 10 de abril de 1970, hace ahora 40 años. No sólo era el final de una banda maravillosa, quizá la más influyente de la historia, sino el epitafio de una época. Lo que Woodstock sugirió meses antes, los Beatles acabaron de suscribirlo: el adiós a la inocencia. Hoy, los Beatles son incluso más grandes que entonces.
El tiempo los situó en perspectiva y su muerte derivó en el inicio de la leyenda, magnificada cada día transcurrido desde su disolución. Ahí están sus cifras de ventas, renovadas con las reediciones y recopilaciones de su viejo material. El anuncio de McCartney –y no se exagera– causó tanta conmoción como el asesinato de un presidente o un aterrizaje en la Luna. Podría ser comparado con lo que sucedería después con el tiroteo mortal a John Lennon. Fue, sin duda, la primera noticia de gran impacto de la década de los 70, superior a la retirada del boxeador Mohammed Alí, la visita de Yasir Arafat a Moscú o el triunfo de Salvador Allende en las elecciones presidenciales de Chile.
¿Por qué se separaron los Beatles? La cuestión sigue dando vueltas todavía. Era obvio que los cuatro componentes podían seguir ofreciendo fantástica música. Al contrario que otras bandas que se iban (y se van), los Beatles atravesaban un excelente momento creativo, por más que la idea de «grupo» (entendido éste como trabajo coral) resultara cada vez más vaga.
Hacía siete meses que habían publicado su gran «Abbey Road», que hoy sigue siendo un paraíso lleno de lugares musicales por explorar. «Something» y «Come together» fueron «singles» de enorme éxito y en marzo, un mes antes del anuncio oficial de disolución, había aparecido un nuevo sencillo llamado «Let it be», con el que millones de oyentes se derritían.
Los Beatles no fueron claros sobre las causas de la separación y con los años tampoco se mostraron interesados en revolver entre los restos del naufragio.
Explicaciones vagas, contradicciones, ironía… Alguna pista dio McCartney tras su anuncio, cuando le preguntaron sobre si había opciones de reunirse pasado el tiempo: «Es como preguntarle a una pareja divorciada si volverá a juntarse, cuando en realidad no soportas ver al otro».
Punto de no retorno
No hay una fecha que marque el comienzo del declive de los Beatles en términos de amistad, en términos de trabajo conjunto. Quizá pueda situarse la grabación del «Álbum Blanco», de 1968, como punto de inflexión. Aquellas sesiones fueron muy dolorosas para la banda y allí afloraron múltiples fricciones personales. Después, todo se fue acelerando, no hubo punto de retorno.
Los seguidores buscaron incontables «cabezas de turco». En lugar preferente apareció la siniestra figura de Yoko Ono. También la de Linda McCartney. Más tarde se habló de otros motivos: drogas, el temperamento inestable de John Lennon, el deseo de George Harrison por salir de la «dictadura de sus dos canciones por disco» que imponían Lennon y McCartney, el escaso interés de Ringo Starr por aportar ideas creativas o el oportunismo de McCartney al hacer coincidir el anuncio de disolución con la publicación de su primer disco en solitario. Es posible que todas estas explicaciones sean verdad y, a la vez, no olo sean.
Harrison ofreció una visión interesante, al aludir a aspectos legítimos como la necesidad del crecimiento personal. «Tuvimos que ayudar a destruir esa locura relativa a los Beatles para tener espacio para respirar, para volvernos más o menos humanos», declaró. Pero, por encima de todo, también hubo dignidad en el adiós. «Una de las cosas que tuvimos claras respecto a los Beatles es que teníamos que hacer una gran carrera y despedirnos en la cúspide», relataría McCartney después. La separación no fue un acto coordinado, ni mucho menos. Al adiós siguieron desagradables conflictos de egos, batallas legales y reuniones para tratar cuestiones financieras.
Pero el tiempo –y la mitomanía– borró aquel fango nada más estallar la tormenta, y lo que queda hoy es una banda que se retiró cerca de la cima o quizá instalada en ella. Nunca volvieron a reunirse los componentes originales, aplicando mayor dignidad a su separación, y la muerte de Lennon ayudaría a recuperar los lazos sentimentales de los tres supervivientes. Ahora, con sólo McCartney y Starr caminando por el reino de los vivos, nadie se atreve a arrojar mancha alguna sobre el cuarteto de Liverpool.
Una máquina viva
Coches usando la imagen de Lennon, videojuegos con sus éxitos , reediciones de su viejo catálogo, subastas de objetos que logran cifras millonarias, libros que hurgando en una historia que nunca queda completa, fotos inéditas… Es sólo una porción del «Universo Beatle», que sigue siendo una de las más poderosas de la industria del entretenimiento.
Una referencia inevitable en estos días en los que cada vez cuesta más separar la cultura del espectáculo. Las canciones de los Beatles generan cada año entre 30 y 45 millones de dólares anuales sólo en derechos de difusión. Son los mayores vendedores de discos de la historia con 400 millones de copias, por delante de Michael Jackson o Elvis Presley. Los gestores de su catálogo se adentraron hace unos meses en los videojuegos con «The Beatles: Rock Band», que vendió dos millones de copias. Sus discos copan las listas de éxito. La recopilación «1», publicada en 2000, fue el álbum más vendido de la pasada década tras despachar 11,5 millones de copias.
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