Es injusto tomar la fecha del 10 de abril de 1970 como la de la separación oficial de los Beatles. Ese día Paul McCartney anunció su retiro, pero anteriormente las renuncias de los otros tres miembros del grupo estuvieron sobre la mesa.
Ringo Star fue el primero en renunciar. El origen de este berrinche habría que buscarlo en los días previos a la grabación del incomprendido Álbum Blanco, en donde los otros miembros de la banda se clavaron en la textura de sus composiciones, incluso metidos en estudios diferentes, mientras Ringo sufría una crisis de autoestima. “Sentía que los otros tres se complementaban sin mí”, aclaró el baterista. Bastó que Paul le hablara bonito y que John le mandara flores para que recapacitara. La química con Paul mejoró, pero se volvió formal y aburrida.
Fueron las grabaciones de la cinta y el disco Let it Be las que agudizaron el conflicto. La idea de Paul de filmar todo en un bodegón-estudio no resultó como la habían soñado, al grado de que durante el proceso, George Harrison, harto de las imposiciones de McCartney, decidió mandar todo al fucking carajo, aunque a la semana lo convencieron de que volviera. La obsesión de Paul por hacer todo a su manera (el tiempo le ha dado la razón a su talento) llevó a Harrison a espetarle: “Voy a hacer lo que tú me digas que haga”. George venía de una época feliz en Woodstock y encerrarse en la dinámica estricta que implicó el proceso de Let it Be lo devolvió a estados de depresión que parecían superados.
Al hartazgo de todos contra todos, se sumó la molesta irrupción de Yoko Ono, factor clave para que aumentaran las tensiones. Cuando Ringo le reclamó a John la presencia de Ono en las grabaciones, éste respondió: “Tú llegas en la noche a casa y le cuentas a tu esposa cómo estuvo el día; bueno, pues nosotros nos ahorramos esa parte”. Hasta el mismo George Martin acepta que era muy difícil negociar con Lennon a propósito de Yoko y el productor tuvo que soportar la presencia de la dama en el cuarto de control. “Sin que alguien nos presentara, de pronto ella estaba sentada ahí. Su influencia fue decisiva para que la irritación aumentara”, ataja Martin en la Antología de los Beatles. “Cuando John se enganchó a Yoko, no hubo vuelta atrás”, dice por su parte McCartney. “Siempre sentí como que les estorbábamos, éramos una interrupción…”, finaliza el beatle que dentro de unas semanas dará recitales en México.
Los egos estaban más exaltados que nunca y las sesiones no sólo se hacían largas y pesadas, sino que las confrontaciones se volvieron rutinarias. “Todos se comenzaban a hartar de nosotros, nos tardábamos muchos y discutíamos”, recuerda el buen Ringo. “Era evidente que Los Beatles nos comenzamos a ahogar, era algo que se autodestruía”, apunta Harrison. John no se podía quedar atrás y meses después declaró a la Rolling Stone: “Nos hartamos de ser hueseros de Paul”. Con todo y el pesimismo, en esta etapa final asistimos a una explosión creativa e insuperable del grupo durante la que se forjó, si no el mejor álbum de su discografía —discusión bizarra que nunca terminará—, sí un cierre elegante con el par de álbumes más maduros, melancólicos y brillantes de su historia: el Let it Be y el Abbey Road.
Durante años, estudiosos de los Beatles han buscado las razones de la ruptura que se ha atacado desde varios frentes. Quizás el básico sea el desgaste natural que sufrieron cuatro amigos puestos a convivir de cerca durante una década. Otro dique puede ser el de las decepciones sufridas en las búsquedas que emprendieron fuera de la música, en los vericuetos de las drogas o la meditación en la que supuestamente hallarían las respuestas a su crispación y cansancio.
Durante la primera etapa de sus andanzas con el Maharishi, en Gales, Los Beatles recibieron la noticia de la muerte de quien fuera su mánager, Brian Epstein, hecho que Lennon calificó: “Nos separamos ahí; ésa fue la desintegración”. El mánager era también el cerebro financiero de la banda y con su muerte la empresa Apple Corps, que él ayudó a erigir, ingresaría en una etapa de caos en la que había más gastos que ganancias, pese a los millonarios ingresos. Crear la empresa fue algo grande, pero nadie tenía idea de cómo manejarla y era más lo que tenían que aprender que aportar. Paul pretendió tomar control y John se enceló.
A la distancia, el de los negocios fallidos es un tema central cuando se habla del fin de la banda más grande que jamás existió. Pretendieron convertirla en una casa productora, pero sólo consiguieron sacar artistas medianos, como Mary Hopkins y Badfinger. “Lo único que nos salía bien, en lo que éramos exitoso, era en grabar canciones, en ser Beatles”, puntualiza George a propósito de los bisnes interruptus. También abrieron una tienda Apple donde se vendía ropa, música, incienso, pero que duró poco timpo en funciones. La noche de la clausura decidieron regalar todo al público. Para Derek Taylor, el portavoz de Apple, el cierre de la tienda fue el inicio del desmoronamiento y se los hizo saber, pero nadie acudió al llamado.
Ahora se sabe que su aportación al verano del amor con “All you need is love”, esa alegría que transmitían en el video grabado ex profeso, y transmitido vía satélite a todo el mundo, fue el pináculo previo a la caída. “Todo iba bien hasta que el ciclo se completó y las cosas comenzaron a ir mal”, argumentó Harrison. Paul aceptó entonces que “las sesiones comenzaron a ser tensas” y Ringo recuerda que a partir de entonces “fue como una muerte lenta, como el proceso que lleva al divorcio; los meses o los años de miseria”.
Cuando John Lennon anunció a Allan Klein como su mánager y candidato para dirigir Apple, enfrentando a McCartney, quien sugería que el puesto fuera dado a su suegro, Lee Eastman, fue el campanazo del último round. Aunque George y Ringo fueron por la opción de Lennon, Paul ya tenía listo el lanzamiento de su primer disco solista y el anuncio de que renunciaba al grupo.
Su genialidad aún les alcanzó para grabar Abbey Road, bajo la conducción de George Martin, última etapa feliz del cuarteto y en la que todos sabían el desenlace. “Cuando acabamos Abbey Road todos sabíamos que era el final”, finaliza George. Lo del anuncio de la renuncia de McCartney un 10 de abril de 1970 fue un mero formalismo, digo John, o sea yo.
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