John Lennon, el genio de Liverpool, tendría hoy 70 años.
Hace seis años, camino de París, donde iría a matricular a mi hija en La Sorbona, hicimos una escala en Nueva York, una ciudad que ella ama con ese dolor propio de la pasión.
Compramos algunos recuerdos ahí y fuimos luego, en el tren, hacia la acera del Central Park donde se alza el edificio Dakota, el lugar donde un 8 de diciembre de 1980, un admirador desencantado disparó contra John Lennon.
Era ya noche, y el Dakota lucía sin ambages su estampa gótica; un par de antorchas encendidas iluminaban a retazos la puerta ancha por donde salió ese día fatídico del 80, el músico al que Norman Mailer llamó “un genio del espíritu”.
Un portero solitario nos vio llegar, y a diferencia de la antipatía que exhiben estos guardianes a todo lo largo de Park Avenue, Lexington y otras zonas exclusivas de Manhattan, este fue amable y conversador. Le pregunté si la viuda de Lennon aun vivía ahí, y nos señaló una ventana iluminada arriba, en el octavo piso. “Sí, ella vive todavía aquí, con su hijo Sean”, nos dijo… “a veces se van de viaje, pero ahora están en la ciudad…”.
Era verano y del parque venía un viento caliente y fragante, como una caricia. Mi hija, como yo, se estremeció al ver la ventana iluminada arriba, y nos despedimos pronto, como si estuviéramos de acuerdo en guardar la debida distancia delante del mito, no romper su encanto.
Mi hija se inclinó sobre el círculo de cerámica, en el borde del Central Park contiguo ...
al Dakota, donde los adoradores de Lennon escribieron “Imagine”, y donde cada noche, gente desconocida deja ramos de rosas, velas encendidas.
Le hice una foto, “¡click!”, y otra delante del aviso “Strawbery Field”, que señalaba el sendero hacia el bosque ya en penumbras.
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Había nacido un 9 de octubre de 1940, en Liverpool, mientras los aviones nazis bombardeaban el puerto. Tuvo una infancia y adolescencia desgraciadas, pues su padre, un marinero, venía a casa de vez en cuando, hasta que desapareció definitivamente; igual su madre.
Mimi, una tía, debió criarlo y enseñarle los primeros acordes musicales, en un viejo banjo del abuelo.
Liverpool era entonces un puerto en decadencia, como lo fue Cleveland en Estados Unidos, a orillas del lago
Erie. Bajo sus grúas oxidadas, y barcos que iban y venían, se fraguaba, no obstante, un interesante movimiento musical. Desde América llegaban los acetatos de Ray Charles, Chuck Berry, Little Richard, la simiente del rock estadounidense y del “Rhythm and Blues”, una música que al joven John Winston Lennon, le atraía poderosamente.
Nunca negó que la música americana, la que llegaba a los muelles de Liverpool, había sido su primera gran inspiración. Con Paul Mc Cartney, creó su primera agrupación, y luego se unieron a ella Ringo Starr y George Harrison, con quienes patentaron la agrupación “Long John and the Silver Beatles”, un largo nombre que sería después, solamente, “The Beatles”. Inicialmente, tocaban en bares de mala muerte, en el barrio chino de Hamburgo, hacían giras por Escocia, y hasta la cortina musical de una experta en Streap Tease, pero todos estos malos tiempos llegaron a su fin, cuando se convirtieron en el grupo de planta de un club llamado “The Cavern”, ubicado en un subterráneo, donde los descubriría en 1961, Brian Epstein, un empresario que firmó con ellos al 25 por ciento de todo contrato.
Los Beatles fueron una revolución en el mundo; se tomaron Nueva York, Asia, y patentaron una popularidad que permitió a la Corona Inglesa, nombrarlos “Caballeros de La Legión Británica”.
Lennon, ...
Antes de morir en 1980, presentó su álbum “Double Fantasy”, donde confesaba su amor por Yoko y por su hijo Sean. Antes, en 1971, su creación “Imagine”, fue la plegaria de los pacifistas del mundo contra la guerra, un llamado a la paz. La misma canción que hizo llorar a miles de jóvenes en aquel fatídico diciembre de hace 30 años.
NOTICIA EXTRAIDA DE:
http://www.identidadlatina.com/noticia/5547/2/0/john-lennon-el-genio-que-se-fue-a-los-40
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