02 octubre, 2012

Eran los Beatles y era Abbey Road


 

Era una helada mañana, aquella del 8 de febrero de 1962 en el corazón de Londres. Por debajo de su grueso abrigo, y con las manos enfundadas en costosos guantes de cuero, Brian Epstein, mirándose en el escaparate de la tienda de discos HMV-His Master’s Voice, en Oxford Street, entró al enorme local simulando una seguridad en sí mismo que a sus 27 años distaba de sentir.

Se dirigió al despacho de su viejo conocido Bob Boast, director de la tienda, a quien había conocido un año antes en un congreso de vendedores de discos en Hamburgo, Alemania. Iba a interceder por un contrato de grabación para los Beatles, la banda de Liverpool a la que manejaba desde hacía unos pocos meses, habiendo logrado numerosos contratos de actuación y un cambio notable hacia una actitud más profesional, pero no había tenido suerte alguna en cuanto a la grabación de un disco. Su banda había grabado un demo el 1 de enero para el importante sello Decca, con 15 canciones, pero había sido rechazado. Uno a uno los principales sellos londinenses habían mostrado nulo interés en la banda.

El productor de Decca, Mike Smith, le había dicho, con presunta clarividencia profética: “Los grupos con guitarras son cosa del pasado, dedíquese a su próspera tienda de muebles y discos en Liverpool”, generando la ira de Brian, quien le gritó: “¡Ustedes están locos, estos chicos van a ser más grandes que Elvis!”.

Ese febrero Epstein le dijo a Bob Boast que buscaba un contrato de grabación para su banda y que llevaba en su portafolios una cinta de carrete abierto con 15 temas. Boast le sugirió que lo mejor sería pasar esas canciones a un disco de acetato, ya que poca gente tenía entonces un magnetófono de cinta y que, por suerte, podría hacerlo de inmediato ya que en el primer piso de la tienda había un pequeño estudio donde los clientes realizaban grabaciones amateur, incluyendo el corte de acetatos a partir de cintas de uso doméstico. Le presentó al encargado de ese sector, Jim Foy, y se despidió deseándole toda la suerte del mundo.

Foy se abocó a la tarea de pasar al disco la música de la cinta, y al escucharla, intuyó que allí había algo interesante, a pesar de que se trataba de un repertorio que no le iba demasiado cómodo al grupo, con poco John Lennon en voz protagónica y con una notoriamente endeble batería a cargo de Pete Best. Pero algo indefinible en esa música despertó su interés.

“Son buenos”, dijo lacónicamente. “Son los mejores en Liverpool y van camino a la cima”, exageró Epstein, agregando: “escriben sus propias canciones”, algo entonces infrecuente, ya que la composición de los discos pop estaba reservada a autores profesionales. Jim Foy le dijo que en ese caso sería interesante que una editora se hiciese cargo de ese material propio, y que en el último piso del edificio funcionaba la empresa de ediciones Ardmore & Beachwood. Hasta allí fueron, y Epstein explicó al directivo de la firma, Sid Coleman, quiénes eran los Beatles, le hizo escuchar el recién copiado acetato y le dijo que si bien el manejo de los derechos de autor de Lennon y McCartney era una meta, el interés principal estaba centrado en la obtención de un contrato de grabación. Coleman llamó de inmediato por teléfono a un tal George Martin, conocido suyo de la industria discográfica, a quien definió como serio y profesional, manager de artistas y repertorio en Parlophone, pequeño sello subsidiario de la compañía emi y dedicado principalmente a discos cómicos, de comediantes y actores del cine y teatro ingleses.

Martin no estaba en su oficina, pero su secretaria y futura esposa Judy Lockhart-Smith propuso una reunión personal con Martin el 13 de febrero en las oficinas centrales de emi, en Manchester Square.

Ambos elegantes, atildados, formales y con acento de clase alta, se encontraron entonces por primera vez en lo que sería una simple entrevista de exploración y que estaría destinada a cambiar para siempre la historia de la música popular del siglo xx. Martin escuchó el disco de prueba sin mostrar demasiado interés, aunque, como Jim Foy, señaló que allí “había algo” y que valía la pena escuchar a la banda en directo. Cuatro meses después, esa audición no se había concretado, Epstein había perdido contacto con Martin y a comienzos de mayo los Beatles estaban cumpliendo su cuarta temporada en Hamburgo. Epstein volvió a llamar a Martin. El productor le dio una cita para el 9 de mayo en los propios estudios de grabación emi en Abbey Road. Sería la primera vez que alguien relacionado con los Beatles pisaría ese lugar.

Nuevamente Martin aseguró que lo mejor sería escuchar a la banda en directo y propuso una grabación de prueba en Abbey Road para el día 6 de junio. Allí mismo, para prevenir cualquier problema legal por grabar a una banda nueva, se firmó un contrato. Epstein envió un telegrama a los Beatles en Hamburgo. Su texto era sencillo pero temerario: “Felicitaciones, chicos. Contrato de grabación asegurado (lo que no era tan así). Sesión en emi el 6 de junio. Ensayen nuevo material”.
El 6 de junio, unos delgados, cansados y ansiosos John, Paul, George y Pete pisaron por primera vez el estudio. Pete Best no sabía que sería su primera y única sesión de grabación en la emi.

El técnico principal, Norman Smith, y su ayudante Chris Neal grabaron entre las 18 y las 20 horas cuatro canciones: el bolero de Consuelo Velásquez, “Bésame mucho”, que habían sacado de la versión de la banda americana The Coasters, y tres temas propios, “Ask me why”, “P S. I love you” y “Love me do”. Tan poca relevancia le daba George Martin a esa sesión, que al iniciarse se fue a almorzar dejando a Ron Richards a cargo de la producción (luego se encargaría del grueso de la discografía de Los Hollies). Mientras sonaba “Love me do”, Richards descubrió con asombro que la energía y el lenguaje musical que surgía de esos pibes era algo nuevo y diferente a todo. Presuroso mandó a buscar a Martin a la cantina, y Martin escuchó y participó de su entusiasmo y de su asombro. Definitivamente allí “había algo”.

 De inmediato aseguró la grabación de un primer disco simple, fijándose la primera sesión para el 4 de setiembre. Se las ingenió, eso sí, para exigirle a Epstein, en un aparte, un cambio urgente de batería, lo que se produciría en agosto y con no pocas dificultades y dolores para los involucrados.

La ruptura provocaría la llegada del mejor baterista de Liverpool, un pequeño y afable Ringo Starr, a quien conocían de la banda Rory Storm and the Hurricanes y con quien ya habían tocado más de una vez en Hamburgo y en el norte de Inglaterra. Su sonido compacto y personal y su legendaria firmeza en el tempo harían cerrar el círculo de genio que los Beatles, ahora en manos de George Martin, necesitaban. El 4 de setiembre grabaron, con Ringo en la batería, “Love me do” y “How do you do it”, del autor profesional Mitch Murray, que Martin pensaba que tenía pasta de número uno.

Los Beatles, tras grabar ese tema, lo rechazaron aduciendo que no era el tipo de música al que se dirigían. El productor no quedó feliz con esa decisión ni con la versión de “Love me do” con Ringo, y una semana después, el 11 de setiembre, grabarían las dos caras del simple, “Love me do”, “P S. I love you”. Pero a Ringo le esperaba la desagradable sorpresa de que Martin había contratado para esa sesión al ya treintañero baterista profesional Andy White, y debió soportar la humillación de tener que grabar maracas en “P S. I love you” y pandereta en “Love me do”.

Sin embargo, el prensado inicial del simple tendría la versión de “Love me do” del 4 de setiembre, con Ringo en batería, aunque apenas unas semanas después los ejemplares serían quitados de circulación y sustituidos por la versión con Andy White, que sería la incluida en el primer álbum de la banda Please, please me, y la más ampliamente difundida hasta hoy.

Ese simple, editado hace cincuenta años –el 5 de octubre de 1962–, llegaría a un meritorio puesto 17 en los rankings, nada mal para una banda nueva y proveniente de una ciudad apenas conocida por su puerto. El resto, claro, es historia. Ringo se afirmaría para siempre en la batería, y la banda junto a George Martin haría de los estudios Abbey Road la plataforma de lanzamiento de la música más hermosa y peculiar producida por artista de música popular alguno en el planeta.

fuente:

http://www.brecha.com.uy/index.php/cultura/606-eran-los-beatles-y-era-abbey-road

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