17 abril, 2010

"Así fue mi historia con Linda"

por PAUL McCARTNEY

EL AMOR




Una gran parte de mi vida con Linda y con nuestra familia la pasé por ahí, en casa o de vacaciones. La imagen de esta página no es sencillamente más que una instantánea tomada en vacaciones, nada especial. Fue una más de tantas y tantas fotos, una fotografía en la que aparezco yo, en Jamaica, descansando tranquilamente por la tarde. Como fotógrafa, Linda tenía libertad para sacar magníficas fotos familiares que no estaban preparadas. Tenía ese don: cuando se ponía a hacer fotos, se las arreglaba para conseguir que no nos diéramos cuenta de su presencia en absoluto.

Podía hacer fotos de prácticamente todo lo que quisiera y todos sabíamos que podíamos fiarnos de ella. Sabíamos que sólo sacaría fotos de lo que ella creyera que merecía la pena y que no fuera excesivamente íntimo.

Nos habíamos acostumbrado a sentirnos como en casa. Después de todo, me imagino que nos habíamos acostumbrado. Cuando la vi por primera vez, me di cuenta de que, como fotógrafa, era muy simpática. Ahora se cumplen diez años de su muerte y probablemente unos 40 años desde la primera vez que la conocí. Todavía recuerdo cómo fue nuestro primer encuentro. Fue en un club de Londres, el Bag O’ Nails, una noche en la que estaban actuando Georgie Fame y los Blue Flames. De un extremo a otro de aquella sala abarrotada de público, nuestros ojos se encontraron y los violines empezaron a sonar, como suele decirse, aunque su sonido quedó ahogado, sobre todo, por Georgie Fame. Otro norteño.

Entre nosotros surgió inmediatamente la atracción. Cuando ya se iba a marchar (ella estaba con el grupo de los Animals, a los que había estado fotografiando), vi que había una oportunidad clara. "Me llamo Paul –le dije--, ¿y tú?". Creo que probablemente me había reconocido.

Sería una situación vista hasta la saciedad, pero con el tiempo les conté a los niños que, de no haber sido por aquel momento, ninguno de ellos estaría aquí. Aquella misma noche, más tarde, nos fuimos juntos a otro club, el Speakeasy. Fue la primera vez que salíamos juntos y recuerdo que fue también la primera vez que yo oí [la canción] 'A Whiter Shade of Pale’ [traducida en España como 'Con su blanca palidez'], de Procol Harum. Se convirtió en nuestra canción.

Aunque Linda conocía a muchísimos músicos de primera fila (había trabajado como fotógrafa en el primer número de [la revista] 'Rolling Stone’), siempre fue una mujer que no se daba ninguna importancia, en absoluto. En los años sesenta íbamos a todas partes en metro. Un día le saqué una foto poco después de comer. El vagón estaba completamente vacío y ella quería sacarme fotos a mí.

Una mujer muy natural

Siempre fue una mujer guapísima. Esa imagen de Linda en el metro la retrata a la perfección: manos hermosas, absolutamente nada de maquillaje, sólo la forma de su cara. Los calcetines de rombos por los que todo el mundo le tomaba el pelo...

Tenía dos pares, y habitualmente se combinaba uno de color rojo con otro de color verde. Era una chica de lo más natural, y rubia natural. Siempre tenía un aspecto muy informal. Así es como íbamos por ahí los dos en aquellos tiempos; en el metro, yo le saqué un par de fotos y ella me sacó a mí otro par de fotos. Muy poco después de la foto del metro, yo rompí con los Beatles, lo que para mí resultó ser un trago horroroso. Linda era muy práctica, muy realista, dos de las cualidades que yo realmente echaba en falta en aquellos momentos. Además, era toda una mujer. Yo tenía la sensación de que hasta entonces había estado saliendo con chicas, bueno, salvo una o dos. Linda era una mujer auténticamente de una pieza.

Tenía una niña de cinco años y yo estaba verdaderamente impresionado por la forma en que ella se manejaba en la vida. Sabía lo que tenía que hacer, simplemente. A mí me parecía realmente impresionante. Es curioso que en estos tiempos un gran número de cantantes y de grupos sean personas mucho menos endiosadas de lo que cualquier pudiera pensar. De hecho, una noche fui a cenar con mi hija Stella y con Madonna, que se presentó por su cuenta. Nos ofrecimos a llevarla a su casa y ella respondió "No, prefiero volver dando un paseo". Te crees que no están dispuestos a hacer cosas así y, sin embargo, las hacen. Yo voy a comprar, voy al cine, hago muchas cosas por el estilo, porque todo eso me ofrece un buen equilibrio con las actividades de más relumbrón.

Incluso en los momentos culminantes de la época de los Beatles y de las seguidoras que no paraban de chillar cogía el metro para ir los conciertos. Por todos los alrededores de Londres, en lugares como Walthamstow y Finsbury Park, había un circuito de salas y nosotros estuvimos actuando en todas ellas. Yo cogía el metro, me iba a esos barrios y llegaba andando a los teatros. Recuerdo que, una noche, un grupo de seguidoras de lo más gritonas me reconocieron cuando iba andando por la calle, de camino al lugar del concierto. Yo siempre trataba de convencerlas de que se tranquilizaran, "Esperad un momento, un poquito de calma". Yo adoptaba algo así como una actitud fraternal, como si fuera su hermano mayor. Les decía "¡Hola, chicas! ¿Qué queréis?". Así me hacía con el control de la situación. "Queremos que nos firmes un autógrafo", me respondían. "Vale, hagamos un trato –les decía yo-. Si todos vamos andando tranquilamente hasta el teatro, iremos charlando y yo os iré firmando los autógrafos. Vamos a pasar un rato agradable pero, si hay un grito, se acabó". Llegaba a ese acuerdo con ellas y la cosa funcionaba.

Infiltrada en las grabaciones

Linda no sacó muchas fotos de los Beatles, pero aprovechaba al máximo las oportunidades cuando estábamos en el estudio, que fue casi siempre en Abbey Road. Ponía un cuidado exquisito en no interrumpir. Tenía ese don de no meterse en medio. Tenía ese estilo inigualable con el que se sentaba en un rincón, sacaba la cámara, tomaba un par de instantáneas y la volvía a guardar. Lo que más me gusta de la foto en la que aparecemos John y yo es que demuestra la magnífica relación de trabajo que había entre nosotros.
Era una gozada trabajar con John, sobre todo cuando nos dedicábamos a componer y a organizar, que es lo que estábamos haciendo en esta foto. No puedo recordar qué es lo que estábamos haciendo exactamente, quizás escribiendo una letra, quizás decidiendo el orden de reproducción, quizás las mezclas de 'Abbey Road’. Hubo un momento en el que tuvimos que decidir el orden en el que iban a aparecer las canciones.

El caso es que me encanta esta foto; está magníficamente encuadrada. También teníamos nuestros problemas en aquellos momentos, que se pusieron de manifiesto en la película 'Let It Be’, unas dificultades que, en mi opinión, han eclipsado la realidad de lo que ocurrió. Fue un período muy complicado, pero esta foto demuestra que no todo fue así. Hubo momentos magníficos. Así es como recuerdo nuestras relaciones de trabajo. Aunque hubo algunos momentos duros, la nuestra fue una gran amistad.

Ante la presión de estar casada con un Beatle, frecuentemente Linda quería que dejáramos la ciudad a temporadas.

Salíamos de excursión a sitios como Cliveden, donde Linda me fotografió junto con Heather, que era su hija y que pasó a serlo de los dos. La niña me llamaba siempre papá. Ésta es una foto interesante. Yo conocía Cliveden de haber rodado allí la película 'Help!’; de hecho rodamos una secuencia en la que figuraba que la casa era el palacio de Buckingham. No estoy seguro de que la reina lo hubiera permitido. Yo había estado por allí con los Beatles y fue allí donde conocimos a Lord Astor, que por cierto estaba en las últimas.

Recuerdo que lo que nos ofreció fue oxígeno. "¿Quieren ustedes un poquito?", nos decía. Creo que todos inhalamos algo.

Yo sabía que Cliveden representaría para Linda, Heather y yo mismo un día agradable al aire libre. Cuando salíamos por ahí en coche, Linda siempre quería perderse. Yo tengo un pánico innato a perderme. Siempre quiero saber dónde está Londres. No quiero llegar a Staines, pongamos por caso, y no saber cuál es el camino de vuelta.
Íbamos por ahí y nos metíamos en los lugares más apartados, nos los pasábamos en grande, encontrábamos una pequeña tetería o nos quedábamos a la orilla de un río. Me enseñó a disfrutar de esas pequeñas cosas, a relajarme y a ser una persona normal y corriente.
Todo eso tenía un gran valor para mí por aquel entonces; representó una gran parte del proceso de curación a raíz de la disolución de los Beatles. Ella sentía adoración por el campo y le encantaba sacarnos fotos ahí. La foto de la página de apertura fue tomada en nuestra finca de Escocia, en 1982, una época en la que pasábamos mucho tiempo allí. Ésa es mi batita escocesa; picaba un poco en contacto con la piel, pero es la que yo llevaba.

Lo que yo tenía que hacer era ir andando desde un extremo de la valla hasta el otro y volver, cosa que hice hasta que empecé a trastrabillar un poquito y aquello se iba a convertir en un riesgo para la salud. Lo que pienso que esta fotografía tiene de fabuloso es que se trata de uno de esos momentos en los que se especializó alguien como Cartier-Bresson. Hay fotografías famosas de Cartier-Bresson, en las que aparece alguien saltando sobre un charco en un camino, que tienen ese aire como de que "¡tú estás allí!". Luego tienes esa preciosa figura de Stella agachada en segundo plano y además, al perro en posición perfecta de parada, un pequeño labrador, de nombre Poppy, y también me tienes a mí, en equilibrio. Es francamente extraordinaria.

Linda era una mujer muy natural. Le encantaban el aire puro y la privacidad del campo. Durante el proceso de disolución de los Beatles, pasamos una temporada bastante larga en Escocia, entre tres y cuatro meses. En condiciones normales no habrían sido más que unas vacaciones de dos semanas.
Nos encantaba estar allí. Aquello era el fin del mundo.

Nuestra finca está en Campbeltown y todavía voy por allí con la familia. Los hombres que aparecen en la foto eran conocidos de Linda y míos como los 'Old Biddies' [literalmente, 'las viejecitas']. Estaban jubilados. Salían por ahí, a dar una vuelta con sus chubasqueros y sus gorras de Andy Capp, se sentaban en cualquier sitio y charlábamos un rato.
Creo que con el tiempo alguien puso ahí un banco para que se sentaran. Los veíamos siempre que nos acercábamos por el pueblo a comprar cosas de comer. Ella se tomaba sus chupitos y hay un número bastante considerable de fotografías que ahora son realmente históricas. Los sitios cambian en 30 años. Tenemos fotos de bebés, de niños chiquititos que son una monada y que ahora son unos campesinos hechos y derechos.

Precisamente, el museo de Campbeltown tiene algunas de las fotos de Linda por esta misma razón, porque ya son históricas. Me encantan los impermeables. Estos tipos mayores son exactamente los personajes típicos del campo, jubilados, con sus bastones. Hay como un ambiente genial en esta fotografía. Linda les cogió un gran cariño a los Old Biddies.

Una cosa estupenda de Linda era la capacidad que tenía para tratar con cualquiera. Su padre era un abogado de fama, que había ido a Harvard, que había alcanzado mucho éxito en el ejercicio de su profesión y que vivía en un piso en Park Avenue, un sitio de lo más elegante, con una colección de arte impresionante.
Ella no tenía ninguna dificultad para moverse en ese mundo, se encontraba ahí completamente a sus anchas. Ahora bien, también era capaz de conectar con enorme facilidad con la gente de la calle. Tenía una forma de ser muy natural. En los años sesenta y setenta la prensa de aquí no lo supo ver, simplemente porque primero había sido mi novia y luego mi mujer.

No era de las que iban a televisión y decían "¡Ésta soy yo, hola!" para tratar de caerle bien a todo el mundo. Nosotros no necesitábamos hacer nada de eso; era nuestra vida, no la de los demás. Estábamos demasiado entretenidos viviéndola. Cuando llegaba alguien a casa y la conocía, se convencía de que era fantástica. Simplemente era una persona estupenda para salir por ahí con ella: muy divertida, muy ocurrente y muy inteligente. Era capaz de hablar con la misma naturalidad con el cartero del pueblo que con un marchante de arte de Nueva York.

Hermética

La gente tarda un tiempo en conocerte, sobre todo si tú no te esfuerzas en que te conozcan, y ella no se esforzaba. El tiempo es un factor esencial.
Había gente que se venía a cenar con nosotros, personas como Twiggy y Joanna Lumley. De vez en cuando Linda concedía alguna entrevista y poco a poco la iban conociendo. Simplemente se corrió la voz de que era una señora realmente fantástica. El comentario que hacían de ella era: "No tiene nada que ver con la imagen que da". Para ella lo más importante era su mundo privado, no su proyección pública, y ésa es la razón por la que se tardaba un poco de tiempo (en conocerla).

Para mí, la fotografía más triste y más inolvidable de esta colección es el autorretrato que se hizo en 1997, no mucho antes de morir en 1998, en el estudio de Francis Bacon en South Kensington [barrio de Londres]. Linda era una apasionada del arte.

Había estudiado arte en la universidad, en Arizona, y su padre tenía un colección extraordinaria. En fin, que había crecido rodeada de arte de gran nivel. Sentía una admiración enorme por Francis Bacon y, por intermedio de un amigo, tuvo la oportunidad de fotografiar el estudio del artista tras la muerte de éste. Conocíamos a las personas que se habían hecho cargo del estudio.
Iban a llevárselo todo (todo lo que había en él) a Dublín. Se presentó allí y sacó unas cuantas fotografías. Ésta es un clásico. Con ese espejo roto, resulta particularmente inquietante. Es una imagen muy extraña, pero poderosa. No estoy seguro, pero parece algo así como la máscara mortuoria de alguien a la derecha de la imagen.

Por aquella época, ella sabía que estaba enferma, pero tenía sus sesiones de 'quimio' y le estaba volviendo a salir el pelo. Yo pensaba que por aquel entonces tenía un aspecto muy elegante. Ella no sabía que se estaba muriendo. A decir verdad, no estoy seguro de que llegara a saber en ningún momento que se estaba muriendo. Como familia, tienes que tomar una decisión sobre si se lo comentas a alguien y los médicos lo dejan en tus manos, en la familia más próxima.

Lo hablé con el médico y éste me dijo: "No creo que ella quiera saberlo. Es una señora tan fuerte, tan echada para adelante, y una mujer tan positiva que no creo que eso le haga ningún bien". Estuvo peleando hasta el final.

Salió a montar a caballo incluso el día antes de morir. Le encantaba sobremanera montar a caballo. Había veces que se subía al caballo y decía:
"No quieres bajarte, ¿sabes?". Le gustaba más estar allá arriba que en el suelo.

+ "Linda McCartney: Photographs" se expone en la James Hyman Gallery de Londres desde el pasado martes 25 de abril hasta el 19 de julio.

Su web: jameshymangallery

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