20 septiembre, 2010

Entrevista sobre Paul

Londres, 13 de septiembre de 1.993

21:00 horas. En el backstage del Earl´s Court...

Era la noche de Paul. Y yo estaba de cuerpo presente. Estaba en el meollo de su suerte. Cerca del insecto negro. Cerca de la Historia del Rock.

Estaba con Paul. Y con Linda y su cámara soviética colgada en el pecho. Con Hamish el bajista, Blair el moreno percusionista, Robbie el vocalista guitarrero y Wix el obseso de los sintetizadores. Sí, era cierto que Paul is Live in the new world, allí y entonces, aquella noche de septiembre que ahora rememoro con nostalgia, de punta a cabo.

La recuerdo como si fuera ayer, a la noche y su estrépito me refiero. Recuerdo que afuera, decenas de miles de hormigas de todas las edades se citaban a las puertas del templo.

Se congregaban fieles para ver el vuelo afinado del escarabajo. Se santiguaban de gusto. Se hacían de cruces. Se tambaleaban por culpa de los nervios y la curiosidad.

Se auscultaban entre ellos. ¿Cómo será? ¿Qué pasará? ¿Es real? Aguantaban la cola y el chisporroteo de la lluvia con chulería. Se secaban el sudor de la frente con kleenex. Se bamboleaban como peonzas en el asfalto empapado de puré de guisantes. Se sentían afortunados, quizá, porque se intuían, igual que yo, cronistas de un acontecimiento único. Eran, ni más ni menos, un coro a punto de perder los estribos.

Y, claro, como buenos vocalistas anónimos que eran, ensayaban a capella, monódicamente, en el mismísimo umbral del estadio que esa noche pertenecía al escarabajo más inteligente de la manada, todas, todas las canciones del repertorio de la humanidad. Quizá, porque casi todas las canciones de los Beatles son ya piezas naturales del inconsciente colectivo, tarareaban al unísono. ¿Cómo será en persona? ¿Qué le pasará por el cuerpo? ¿Será de carne y hueso? Un ja ja ja a una, multiplicado por cerca de 50.000 respiraciones, ya digo, de todas las edades, los sexos y las banderas.

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