La separación del Cuarterto de Liverpool originó un proceso largo y doloroso.
El 10 de abril de 1970, millones de jóvenes en todo el mundo nos echamos a llorar. Aquel día, Paul McCartney anunciaba la separación los Beatles, justo una semana antes de la publicación de su último álbum, Let It Be.
Fue la crónica de una muerte esperada, pero no por ello menos dolorosa. Hacía mucho tiempo que las cosas no iban bien. Seis meses antes, John Lennon ya había anunciado a sus compañeros su intención de abandonar el grupo, pero los cuatro acordaron retrasar el anuncio hasta haber solucionado los aspectos legales.
La separación fue un proceso largo y doloroso. Ringo Starr lo compararía poco después con el divorcio de un matrimonio. “No sucede repentinamente. Pasan largos años de miseria hasta que uno dice finalmente se acabó", aseguró el batería.
No hubo una sola causa para la ruptura. La lucha de egos; la decisión de abandonar las giras multitudinarias; la muerte prematura de Brian Epstein, el hombre que les acompañó como representante desde sus comienzos; las discusiones por el control financiero de la banda que McCartney quería dejar en manos de John Eastman, hermano de su novia, mientras Lennon, Harrison y Ringo preferían a Allan Klein, el representante de los Rolling Stones; y cómo no, las tan traídas y llevadas discusiones sobre la influencia de Yoko Ono.
John Lennon no sólo mantenía que el resto del grupo se había cansado de ser “los segundones de Paul”, sino que, además, habían “insultado” a su mujer. Entre todos la mataron... La música perdió una formación irrepetible. Murió el grupo y el mito se hizo eterno.
Después vendrían sus carreras en solitario, los constantes rumores de reunificación que se mantuvieron hasta la muerte de Lennon y el inagotable negocio de las reediciones y el merchandaising. Pero por encima de todo, siempre nos quedará la música del mejor grupo de la historia.
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