En su trayectoria musical The Beatles escribió canciones de muchos y muy variados temas y estilos, pero una en especial llama la atención. “I am the Walrus” (Soy la Morsa) es el título de una canción escrita por John Lennon a mediados de 1967 y que apareció a la luz pública el 24 de noviembre de ese mismo año como disco sencillo con “Hello Goodbye” (Hola, Adiós) y posteriormente el 27 de noviembre en el álbum “Magical Mystery Tour” (Viaje Mágico y Misterioso).
Al respecto de esa canción Lennon dijo: “’I am the Walrus’ es una de mis canciones favoritas, porque es una de esas con tantos detalles que incluso dentro de cien años podría seguir interesándote”. La letra tiene su origen en varios otros temas de los cuales el maestro aún sólo tenía completados algunos fragmentos: el primero se le ocurrió cuando, al salir de su casa en Weybridge, Londres, escuchó el sonido de la sirena de una patrulla, sonido que asoció con las palabras “Mis-ter Ci-ty poli- ce-man ci-ty” cantadas al ritmo de la sirena
la segunda idea le surgió en el jardín de la misma casa, cuando concibió una corta rima sobre él mismo sentado allí; y la tercera consistió en un fragmento sin sentido, aunque bastante poético, sobre estar sentado sobre unos copos de maíz.
Un tiempo después de que John escribió y musicalizó dichos versos, un alumno de la Quarry Bank High School —donde el Beatle había estudiado en su infancia— le escribió diciéndole que un profesor de la asignatura lengua inglesa les había pedido un trabajo académico en el que debían intentar descifrar los significados ocultos de algunas de las letras de las canciones de The Beatles.
El esfuerzo de aquel profesor fascinó a Lennon quien, tras escribir una respuesta a dicho alumno —fechada en 1 de septiembre de 1967, y subastada en Londres en 1992—, se decidió a escribir la canción más indescifrable y confusa que se hubiera escrito nunca, con el propósito de desorientar a todos aquellos que se dedicaban a intentar desentrañar los significados ocultos de sus canciones.
Así pues, al concluir la canción debió incluir en ésta los tres versos que había dejado en reserva desde hace algún tiempo. Dijo Lennon: “La idea la saqué de ‘La Morsa y el Carpintero’, del cuento ‘Alicia en el País de las Maravillas’. A mí me parecía un poema hermoso. Nunca se me ocurrió que Lewis Carroll se refiriera al sistema capitalista.
Nunca intenté descifrar el significado, que es lo que hace la gente con la obra de The Beatles y al cabo de un tiempo volví a leer el poema y me di cuenta de que la Morsa era la mala y el Carpintero el bueno. Pensé: ¡Oh, me he equivocado de personaje!
Pero entonces no habría sido lo mismo, ¿no? ‘I am the Carpenter’…” (esa parte del conocido relato trata en esencia sobre una morsa que deja al carpintero sin ostras, comiéndoselas todas ella sola y engordando; es una especie de alegoría a la nocividad del capitalismo).
“The eggman” quemenciona en la canción, corresponde a Ted O’Dell, quien en 1967 trabajaba de repartidor de huevos. O’Dell coincidió con el grupo en un pub en Londres y les fue presentado bajo el simpático nombre de “El hombre huevo”. En el desarrollo de toda la canción se pueden escuchar palabras inventadas por el propio Lennon, palabras sin sentido alguno pero de gran plasticidad a la hora de combinarlas y formar versos, algunas de estas son “grabalocker” y “texpert”.
Si bien la historia de la letra de la canción ha ocupado ya de por sí varios largos párrafos, su increíble música no puede pasar desapercibida. Este tema es técnicamente un prodigio de la canción, ya que, a pesar de su enorme complejidad, fue grabado enteramente en tan sólo cuatro pistas, cuando ahora suelen utilizarse hasta 32.
En un principio, y una vez que la letra estuvo terminada, se grabó en una única pista con tan sólo un mellotrón y algo de percusión, pero esta primera versión no capturaba realmente la esencia psicodélica, extravagante y onírica de la canción, porque la obra debía permitir ver “sardinas de sémola escalando la torre Eiffel” y al “bufón riéndose de ustedes”.
Este problema de producción se solucionó gracias a George Martin, quien compuso específicamente para la canción una partitura para instrumentos de orquesta —ocho violines, cuatro violonchelos, tres trompetas y un clarinete—, que encajó a la perfección en el tema.
El marco perfecto para la sublime y escalofriante voz de John son los coros de 16 personas, que a su vez fueron también cuidadosamente orquestadas por Martin.
John aún no había terminado totalmente la canción, de la que esperaba fuera realmente especial y para dar el cierre final incluyó en la grabación el programa que entonces se estaba emitiendo por radio: “La Tragedia del Rey Lear”, de William Shakespeare, que era el tercer programa del día en la BBC de Londres, y en esos momentos estaba en el Acto IV, Escena VI.
Este fragmento lo incluye al final de la grabación. Con esta, como con otras canciones, los oriundos de Liverpool demostraron que eran capaces de dominar creativa y musicalmente todos los géneros… legando al mundo un mensaje de amor y paz.
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