12 noviembre, 2010

El emocionante concierto con que Paul McCartney conquistó a los argentinos Con su carisma y voz intactos, el ex Beatle hizo bailar y hasta llorar a los transandinos.


Nueve de la noche. Estadio de River Plate, Buenos Aires. Paul McCartney se sube al escenario. Toma su bajo Hofner que lo ha acompañado desde la era Beatle, y antes de pulsar la primera nota del primero de sus dos recitales en Argentina, contempla a las 45 mil personas que lo ovacionan. El estadio se viene abajo. En la platea se divisa un lienzo con la imagen de John Lennon vestido de futbolista de River, en la cancha un niño disfrazado con el traje azul de Sgt. Pepper y adelante se ve a Charly García embobado. Hay muchas banderas chilenas, pero también de Perú, Paraguay y Ecuador. "¡Buenas noches Buenos Aires! Hola porteños", lanza en español. Y recién comienza el concierto.

El show, de casi tres horas, arranca con la etapa Wings de McCartney: Venus and Mars, Rock Show y Jet. Luego All My Loving, con imágenes de los "Fab Four" en las pantallas gigantes. Más tarde, McCartney se saca la chaqueta. También deja a un lado su Hofner y toma una guitarra eléctrica. Poco después se pone al hombro su acústica para Two of us, Blackbird y I'm looking through you. Se sienta al piano en My Love, que dedica a su fallecida esposa, Linda. A sus 68 años, no sólo sorprende la versatilidad del "Beatle Paul", sino también su carisma y su estampa bonachona. "Les voy a contar una anécdota. Cuando tenía 11 años y estaba en la escuela en Liverpool, nos enseñaban español. Aún recuerdo esta canción: 'Tres conejos arriba de un árbol tocando el tambor, que sí, que no, que los he visto yo'", dice, y el público se ríe, cómplice de todo lo que hace y no hace McCartney.

El concierto transcurre sin pausas y el ex Beatle parece no cansarse. No toma agua y alcanza sin dificultad todas las notas. Recién tras dos horas de recital, deja el escenario para el primer bis. Pero antes, se lanza con los homenajes a sus fallecidos amigotes John y George. Suena Here today, que habla de un diálogo ficticio con Lennon, y después Something, tema que interpreta con un ukelele y que se transforma en el momento más emotivo de la noche, con fotografías de Harrison en las pantallas. No pocos lloran.

La última hora del concierto es prácticamente Beatle, con una audiencia convertida en hinchada de fútbol. "Paul McCartney es un sentimiento. No puedo parar... Olé, olé, olé", grita River. El estadio vibra. Momentos altos llegan también con Ob-La-Di, Ob-La-Da y A day in the life, donde McCartney parece estar realmente emocionado. "No lloren por mí Argentina", dice, mientras se seca un ojo. Y en Let it be y Hey Jude hasta los acomodadores, los vendedores ambulantes y el personal de la Cruz Roja detienen su labor y observan. Para el cierre Sgt. Pepper's y The End. "Adiós Buenos Aires. Espero verlos en el futuro", se despide McCartney, cuyo concierto Chile no verá.

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