17 noviembre, 2010

No sabían manejar el dinero, pero, por suerte, les entraba a raudales

Los Beatles, mientras duraron como banda, no fueron lo millonarios que se supone. Comenzaron actuando casi a pérdida, hasta que afortunadamente se encontraron con Brian Epstein el 9 de noviembre de 1961.

Desde allí su manager les imprimió orden y profesionalismo y el primer efecto positivo fue el aumento de su cachet a la impensada cifra de 15 libras por show, de lo cual Epstein se llevaba el 25 por ciento. Nunca se firmó papel alguno, porque entre caballeros la palabra tenía valor. Pese a su empeño, llevado por su inexperiencia, Epstein en verdad no conseguía buenos contratos discográficos ni por las películas, el fuerte eran los ingresos por shows que, para evadir impuestos recaudaba en lo que él llamaba "los sobres marrones", dinero en negro. El más gordo de esos sobres fue el del show en Kansas el 17 de septiembre de 1964 que vendió a un apurado empresario local en 150.000 dólares (cuando lo habitual no sobrepasaba los 40.000).

De todos modos, el dinero ingresado sobraba para darse los cuatro sus buenos gustos: a poco tiempo todos eran ya propietarios de lujosas mansiones, autos y dispendiaban el resto en viajes y excentricidades.

A la muerte del leal y ordenado Epstein en agosto de 1967, Los Beatles se quedaron sin timonel de sus finanzas. Alguien les aconsejó invertir el dinero efectivo pero desvariaron entre comprar una isla griega y formar Apple, un almacén de ramos generales que abarcaba una boutique, el sponsoreo de cuanto iluso paracaidista artístico anduviera con ganas de encontrar mecenas y un sello grabador.

En este último rubro les empezó a ir muy bien: el primer disco de Los Beatles editado por el sello de la manzana fue -nada menos- "Hey Jude/Revolution" el 30 de agosto de 1968, al que siguieron ediciones de la taquillera Mary Hopkin, el grupo Badfinger y los primeros discos de James Taylor, todos grandes éxitos de ventas. Aún malgastando, el dinero sobraba a raudales.

El grueso de la fortuna beatle consistía en los derechos de autor de sus canciones, controlados inicialmente por "Northern Songs", una empresa que había fundado Epstein para asegurarles el futuro. Al tiempo de la edición del disco "Abbey Road", los cuatro beatles eran propietarios en conjunto del 20 % de sus acciones por un valor de más de dos millones de libras. Faltaba conseguir un buen nuevo acuerdo por las regalías de los discos y los porcentajes de las películas. Esto enfrentó a Paul McCartney por un lado con los otros tres. John, George y Ringo se inclinaban por contratar a Allen Klein, un oscuro empresario de costumbres poco diplomáticas, que se había hecho famoso en el ambiente por conseguir suculentos beneficios para los Rolling Stones. Paul prefería que su flamante suegro John Eastman y su equipo de abogados manejaran sus finanzas. Debió rendirse ante la mayoria de tres contra uno. Enhorabuena, porque por el momento Klein consiguió un muy buen acuerdo con EMI por las regalías y con United Artists por los films.

Poco duró esa fría paz: el 9 de abril de 1970 Los Beatles ya no existían. McCartney pidió la formal y total disolución el 31 de diciembre de ese año. El manejo dinerario fue una de las causas de la ruptura. La separación significó, luego de cumplir con los compromisos previos hasta algunos años después cuando recuperaron su libertad individual para negociar, una gran ventaja económica. En ese sentido al que mejor le fue es a McCartney, creador constante de éxitos, de fortuna incalculable. Hasta el olvidado Pete Best se hizo de la nada millonario por aparecer en los créditos de sólo diez temas en la selección "Anthology 1". La operación con Michael Jackson no fue más que un emprendimiento financiero.

El hecho es que hoy, Paul y Yoko mantienen los derechos de las canciones y comparten con Ringo y Olivia, la viuda de Harrison, las regalías disqueras y cuanto lleve el sello beatle.

 

COMENTARIO DE JAMES STUART

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Ojalá en un futuro proximo Todos los derechos de LOS BEATLES les sean devueltos a Paul, Ringo, Olivia y Yoko ¡ es de justicia!

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