08 diciembre, 2010

Merienda en Abbey Road


Maximino Santos Guerra, un palmero que trabajaba de camarero en Londres en 1965, sirvió una comida a los Beatles en el estudio en el que grabaron sus éxitos. La recompensa fue una foto firmada y los utensilios del tentempié. 
 
¿Te gustaría conocer a los Beatles? A raíz de esa pregunta, Maximino Santos Guerra, un palmero nacido en 1942 en la localidad de Villa de Mazo, vivió uno de esos episodios inolvidables. El hecho se produjo durante el verano de 1965 en una famosa calle del condado londinense de St. John's Wood. Acababa de dejar un puesto de trabajo en un establecimiento que regentaba un judío para formar parte de la plantilla de camareros de un restaurante gestionado por un italiano. "Me convenció para que me fuera con él por un sueldo más elevado y porque trabajaba media jornada. Así podía tener tiempo libre para seguri estudiando inglés en Oxford Street", explica Santos Guerra.

Lo primero que pensó Maximino cuando su jefe le planteó la posibilidad de conocer a John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr es que los músicos habían realizado una reserva. "Era un restaurante de lujo, que atendía a clientes famosos, con unas grandes peceras... Cuando me dijo que preparara una bandeja para llevar una merienda a los estudios Abbey Road, que estaban al otro lado de la calle, supe que algo extraño iba a pasar", recuerda el palmero.

Al otro lado de la calle
El servicio preparado en la cocina del negocio de restauración estaba formado por arroz, huevos fritos, salchichas, salsa de tomate, papas fritas y dos litros de leche fresca. El camarero palmero cruzó la calle y se introdujo en el jardín de los estudios de Abbey Road. A Maximino le llamó mucho la atención un Rolls Royce que estaba aparcado lejos de los fans. "Tenía los cristales polarizados y no pude ver si había alguien dentro", relata.

Los Beatles estaban tocando en el instante en el que el tentempié llegó a una sala presidida por un escenario. "No pararon el ensayo. El mánager indicó el lugar exacto en el que yo debía dejar la bandeja. Luego, me comentó que probara la comida y que esperara hasta que ellos acabaran de merendar. Continuaron tocando durante veinte minutos", asegura. Los "cuatro" de Liverpool ultimaban la publicación de "Help!", el cuarto álbum de una banda que ya transmitía una lucha de egos entre Lennon y McCartney: "John fue el primero que me habló", añade Santos.

El músico asesinado hace ahora treinta años -el 8 de diciembre de 1980- en Nueva York se dirigió al joven palmero sin rodeos "What do you want?" (¿Qué quieres?). "Le respondí, nada. A mí me pagan cada semana... Creo que sólo con verlos es suficiente", rescata de aquella conversación Maximino. John sacó una foto del interior de un portafolios. Paul y Ringo hicieron el gesto de ir los dos a la vez en busca de una instantánea -la que aparece en la imagen inferior- que firmaron por este orden Ringo Starr, George Harrison y Paul McCartney. "Cuando le llegó el turno a John, el bolígrafo no tenía tinta. Todos se rieron de él. Incluso, en el papel se aprecia el surco que dejó tras un segundo intento fallido. Gritó: Mierda... y lanzó el boli en dirección al escenario. Un asistente le entregó una pluma y John acabó colocando su autógrafo al lado de la frase "con nuestros mejores deseos". Mientras aguardaba el recordatorio de Lennon, Harrison apuntó a media voz: "Chico, guarda bien esa foto. Algún día valdrá mucho dinero. Todos se rieron de aquel comentario".

Mientras sus compañeros describían círculos en el aire con unos trozos de salchichas en los tenedores, Lennon me preguntó de dónde era. "Respondí que era de España. Él dijo; de qué sitio eres... Dije que de Canarias. Sabían ubicar el Archipiélago -Paul, Ringo y George disfrutaron en el año 1963 de unos días de vacaciones en el norte de la isla de Tenerife- y bromearon, mientras comentaban varios aspectos del ensayo". Maximino trató de regresar al restaurante antes de que comenzara la merienda, ya que uno de los tenedores  era más pequeño que los otros tres. Fue el que cogió Paul McCartney. "Insistió en que no era necesario que lo fuera a cambiar", describe de una cita que se alargó durante una hora y cuarto. Todo finalizó con una foto firmada y la propina de diez libras -casi dos mil pesetas- que le dio el mánager al camarero palmero.

"Nunca hemos comido en esos platos", comenta Maximino sobre las joyas que conserva en su residencia tinerfeña. Los platos lucen una inscripción de color verde en la parte trasera en la que se lee: Hotel Ware Woode Sons England. Los cuchillos, por su parte, tienen la leyenda Trust Worthy (digno de confianza). La merienda de Abbey Road vivió un capítulo definitivo camino del restaurante en el que trabajaba Maximino.

ANÉCDOTA
Le quisieron robar la bandeja
A la salida de los estudios de grabación de Abbey Road los "fans" salieron en busca de Maximino. Le hicieron preguntas relacionadas con la bandeja que cargaba: si eran los platos con los que comieron los Beatles, qué merendaron, si estaban todos... Algunos, incluso, intentaron sustraer los platos y los cubiertos. "Protegí como mejor pude el material y conseguí llegar al restaurante", describió Santos Guerra en un artículo publicado en El Día, en diciembre de 1980. "Pensé que los platos se habían roto", dice al recordar las dificultades que tuvo para acceder al negocio. "Estaban sanos y lo único que se le ocurrió decir a mi jefe fue: "¿Cómo pudiste salvar los platos?". Maximino no volvió a repetir un servicio como aquel. "No creo que haya sido porque se quedaron descontentos con el servicio", recuerda.

Mark David Chapman disparó el 8 de diciembre de 1980 cinco veces contra John Lennon. El ataque se produjo a las 10:50 P.M. en los exteriores del edificio Dakota de Nueva York. El ex Beatle murió desangrado cuando era evacuado en un vehículo policial al hospital Roosevelt. "Escuché la noticia por la radio esa noche, pero había una enorme confusión y esperé a la mañana siguiente para ver qué es lo que ponían los periódicos", recuerda Maximino Santos Guerra.

"No coincidí con ellos durante una hora y cuarto, pero cuando me enteré de la muerte de John Lennon tuve una sensación extraña. Me dolió. Lloré de pena porque no entendía quién era capaz de hacer daño a un músico. Él fue el que más habló conmigo aquella tarde. Parecía un hombre divertido; una persona que quería conocer cosas de un camarero que únicamente le había servido una merienda. Fue un encuentro inolvidable. Algo por lo que muchos habrían pagado".


 NOTICIA EXTRAIDA DE:
http://www.eldia.es/2010-12-08/cultura/cultura0.htm

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