25 enero, 2011
Invierno de 1963
Los Beatles tenían su primer album en la calle y, como John lo dijo muy elocuentemente "We are dead chuffed".
Pero no había descanso para los incansables. Los siguientes diez días Los Beatles saltaron de pueblo en pueblo haciendo una presentación por noche en una ruta que a menudo parecía diseñada por Jackson Pollock. Después de hacer Londres, salieron para el norte en Yorkshire, después para el Este, a Hull, parando en Liverpool el 14 de febrero por un tiempo suficiente para tocar en la fiesta del día de San Valentín.
Fue un recibimiento casi con motines, unos dos mil fans enloquecidos se apretujaban en Salón Lucarno, donde un agitado DJ repetidamente llamaba al gentío pidiéndoles que les dieran "aire fresco a los muchachos". Los Beatles ya no eran el grupo desarrapado de fumadores en cadena, improfesionales en busca de presentaciones que habían sido solo unos meses atrás. Tomaron el escenario como estrellas lanzando todo un set bien ensayado y refinado que hablaba ya mucho de su éxito.
Más amables, más gentiles, hasta su apariencia había mejorado: trajes perfectamente cortados a su medida, el corte de pelo en "cepillo" que hicieron universalmente famoso, y en puntos claves de la presentación, cuando sentían que el público se estaba calmando, George, Paul y John al unísono, se echaban un falseto ooooo-o-o, agitaban sus melenas al mismo tiempo y provocaban una incitante respuesta y griterío especialmente de las féminas de la audiencia. Este era un truco que habían ensayado en las giras y, como funcionaba de acuerdo a sus propósitos, cada vez que lo hacían se sonreían de oreja a oreja como deleitados por la adulación. Los gritos desgarradores surgían después de cada canción, muestra salvaje de aprobación, amor y admiración mezclados con histeria general.
Todo había cambiado desde su última aparición en Liverpool. Para algunos de sus amigos, la escena tuvo mucho significado, Colin Manley, guitarrita de Los 4 Remos, banda local, recuerda cómo habiendo pasado para saludar a George, de quien era amigo personal, se sintió tan minimizado por el aura de Los beatles. "Solo hacía unas semanas ellos eran cuatro chavos comunes y corrientes, eran uno de nosostros", dijo, "pero ahora ya nos quedaba claro que ya no eran uno más de nuestro grupo, ya eran 4 estrellas".
Pero ser estrellas no significaba tratamiento de estrellas. Una semana más tarde tocaron en un ensordecedor Cavern, atrayendo la más grande cantidad de gente que se podría recordar desde la apertura del local. Era tan difícil salir de allí para los Beatles ya que todo mundo quería un pedazo de ellos. Fue hasta la once de la noche que lograron escabullirse del club. Inmediatamente después se apiñaron en la van y agarraron para Londres.
Neil Aspinal (motorista) se metía de camino en camino, kilómetro tras kilómetro, descifrando curvas en total oscuridad, mientras Los Beatles atrás se apilaban para amainar el célebre frío del invierno inglés. Justo antes de amanecer llegaron a Londres, medio desayunaron , vagaron por pequeñas tiendas para matar el tiempo antes de aparecer en el Playhouse Theatre para una filmación para la BBC Televisión. Después salieron disparados de nuevo al camino...Todo por un spot de 4 minutos...
Hubo veces que Los Beatles gritaban y gruñían, gruñían fuerte en desespero, pero después del grito venía el trabajo. Cansados como podían estar, nunca desperdiciaban oportunidad de ninguna clase para promocionarse. Un club de obreros, un show de talentos, una fiesta, un baile, una entrevista en la radio, ninguna aparición era muy pequeña para Los Beatles; manejar toda la noche para una presentación, darse la mano con distribuidores, firmar autógrafos en una discoteca, lo hicieron todo, todo lo necesario para ver sus nombres en todos lados y llegar al éxito.
Había una sensación en el grupo que si ellos seguían trabajando, el sueño se haría realidad. Y a menudo había una recompensa, un incentivo que les hacía saber que estaban en la dirección correcta, que era necesario, que no estaban luchando en vano.
El contrato para grabar era uno de los premios, e iba a seguir siéndolo por un buen tiempo. Pero eso no fue nada comparado con la noticia que Brian Epstein les dio la siguiente semana mientras tocaban en Manchester: "Please, PLease me" no sólo había llegado a las carteleras, sino que había llegado al ¡Primer lugar!
¡Número uno! Aunque la noticia les emocionó, ellos lo tenían que oír, querían estar seguros. Kenny Lynch, su amigo en la época lo relata de esta manera: "Fue el domingo 23 de febrero, Los Beatles se habían unido en una gira nacional con Helen Shapiro, pero yo los invité a llevarlos en mi carro en vez del destartalado autobús de Helen, el único que no iba allí era Ringo.
En Coventry nos detuvimos frente al teatro Lucien para oir el radio show de los domingos por la tarde en el que decían los "Charts", todos estábamos fumando, con frío y pendientes de las noticias de los últimos dos días. Fue un momento muy intenso, ellos sabían que su disco había subido bastante porque se estaba vendiendo como pan caliente. George, Paul y John tenían cara de palo mientras veían hacia el radio esperando la noticia: más o menos a las 3:30, el DJ anuncia: 'Esta semana en el segundo lugar tenemos a Frank Ifield con su anción "The Wayward Wind'...."
Antes de que las barras del radio siguieran, un grito surcó los aires, era oficial, no importaba cómo lo tamaran las demás revistas de rock, la BBC había hablado y eso era lo que contaba, si Frank Ifield era número dos, Los Beatles eran número Uno!
"A dónde vamos Johnny?" Era la pregunta que habían acuñado Los Beatles entre 1961 y 1962, "A la cima de la cima" les había prometido John.
Ahora, sólo un año después, habían llegado a la cima.
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