18 abril, 2012

Paul McCartney: Anochecer de un día agitado

AL FINAL LLEGO
 
“And in the end, the love you take, is equal to the love, you make”,
 
dice el clásico con el que Paul finalizó el show en Montevideo pero allí –
 
más que una canción perfecta para cerrar un concierto- pude distinguir las convicciones humanas y artísticas de alguien que cree en verdad que
“al final el amor que recibís es igual al que das”.
 
McCartney entregó a los uruguayos lo que recibió de ellos y los uruguayos dieron tanto porque sabían lo que iban a recibir.
 
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Paul Mc Cartney sacudió Uruguay con su visita (Foto: Jimmy Baikovicius)
 
Dar y recibir, tan simple y profundo como eso. Este hombre al filo de cumplir 70 años, dio un show -sin pausa- de casi ¡3 horas!, tocó ¡40 canciones! y con un sentido del humor propio de un músico agradecido que no hace los recitales “a reglamento”.
El goce de la gente por verlo en el escenario es el mismo goce que a McCartney le provoca ver al público. A ver si nos entendemos: no solo los espectadores no querían dejar que se fuera sino que él tampoco se quería ir. Los uruguayos lo queríamos escuchar y el estuvo encantado de ser escuchado. Dar y recibir.

El Plan P

Un domingo soñado por 20, 30, 40 o 50 años según las edades de los soñadores (que iban de los diez a los setenta pirulos). Uruguay convulsionado desde hace semanas por la llegada de esta leyenda viviente de la música.
 
Esa misma leyenda con la que sólo habíamos podido hacer contacto visual desde los discos, la televisión o el cine. Ese genio de la música que incitó a 50 mil almas a vivir este “anochecer de un día agitado”.

Tras días de delirio popular y mediático por este hombre que el 8 de junio llega a su séptima década, la espera llegó a su fin.

Los curiosos y fanáticos que rodearon el “Sheraton” tuvieron su recompensa cuando Paul salió por la entrada principal del hotel y saludó a la gente y luego siguió asomado por la ventanilla del auto que lo transportó a la prueba de sonido. Otra vez: dar y recibir.

McCartney y su banda comenzaron a probar equipos en el “Centenario” sobre las 15:00 horas y con un sol radiante. La ronda de ajuste sonoro y ensayo, consistió en la ejecución de unos 15 temas. Muchos de ellos clásicos como la tremenda balada “My love” que extrañamente no cantó en el show.
Las puertas del Estadio montevideano se abrieron a eso de las 16:30 (media hora después de lo previsto) con gente haciendo cola desde tempranas horas de la mañana. El entorno del templo de fútbol (parcialmente convertido en “catedral de la música”) estaba transformado. No circulaban vehículos y los vallados (de un kilómetro de extensión) llegaban al Velódromo.

Cada taxista tenía una anécdota para contar sobre el recital del músico británico. Charlé con dos: uno de ellos me dijo que “la seguridad” del artista tenía hasta francotiradores y que desde Buenos Aires llegaron miles de espectadores. Otro me advirtió que las filas para el acceso eran eternas y rodeaban largamente el escenario deportivo.

Una vez en el lugar, y consulta mediante, debí dar un gran rodeo para llegar al sector que me correspondía. A las 18:50 había un mundo de gente en la misma que yo: “¿y por dónde carajo entro? (aunque al mismo tiempo que me impacientaba –interiormente- me respondía: ¡si lo esperé por tres décadas, ¿qué problema hay en esperar una horita más?!)” Disipadas las dudas, llegué y me formé detrás de la larguísima columna humana que contagiaba ansiedad y “paulmanía”.

Había carteles (en inglés y español), banderas (uruguayas e inglesas), camisetas (con “Macca” estampado solo o con los “Beatles”) e incluso tatuajes (el que recrea a los cuatro genios de Liverpool cruzando la cebra de “Abbey Road” fue el que más se repitió).

Si bien la espera amenazó con ser eterna porque la hilera no avanzaba demasiado, el trámite se agilizó y en 25 minutos conseguí ingresar y –de inmediato- pude dar con una acomodadora que me condujo a mi asiento.

Antes de sentarme, di un giro de 360 grados y primero me asombré con las dimensiones del escenario (80 metros de largo por 25 de alto, por más datos) y después con las tribunas y el campo desbordados de gente. Dos cuarentones peinando canas, presumiblemente amigos, se encontraron en el pasillo de la platea, se dieron un fuerte abrazo y emocionados dijeron al unísono: “lo logramos”. Sin conocerlos sé muy bien de lo que hablan: yo también lo esperé mucho y me preparo para ver a un artista único e irrepetible.
 
 
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1 comentario:

Unknown dijo...

y esta noche 19 de Abril, ¡ que se prepare Colombia!